Déjame declarar, jurando por lo mas sagrado, que ahora sé que me hace daño entregarme en cuerpo y alma a misiones imposibles. A ser el sastre de Vírgenes casi olvidadas en olvidados retablos. A ser el orfebre de coronas talladas en flor viva y a enfrentar con indiferencia las caras, con ojos desencajados y sonrisas fingidas, de quienes miran el olvido de la olvidada Virgen. A huir de conversaciones con palabras de tres sentidos e intrigas y actitudes escondidas en lo más simple y en lo mas complicado a la vez: aparentar lo que no se es y creérselo de por vida.
Déjame
decirte ahora que las amapolas duermen arropadas en sus semillas y
antes de rebosar entre sus pétalos lunas nuevas, que he guardado en
la palma de mis manos cien inviernos de días cenicientos y noches
de escarcha fría. Que atesoré mis latidos en sobresaltos de pinceladas
negras sobre el lienzo blanco, y aprendí a dibujar lágrimas sin agua, a tatuar en cielos verdes la encina antes de hacerse flor de fuego y humo de
olores azules y malvas. A rezar junto a una urna de cristal que solo se limpia una vez al año porque a nadie parece importarle su contenido los días que no son Viernes Santo.
Déjame
contarte cómo se tornan las sirenas en mujeres lectoras de
horóscopos y cartas astrales, como los laberintos del mar se hacen
caminos con piedras de nácar y horizontes de coral, cómo se
escapa la vida a borbotones de entre las algas y la sal, o entre el limo verde y la pizarra gris de la ribera. Como las estrellas se tornan corona brillante que gira al rededor de la guapa imagen que se parece a la Virgen Macarena.
Déjame
describirte cómo descubrí que casi todas las magias perdidas se
hacen hermanas y en una espiral que no cesa me hacen sabio, el sabio
coleccionista de risas, de amaneceres y atardeceres sin mañanas ni
tarde, el recopilador de suspiros que saben a manzana verde, el mago que siente
tras su capa como la vida y la muerte están tan juntas como la luz y
la sombra. La muerte, la sombra... La vida y la luz que resucita y es capaz de mover la piedra en que muchas veces se transforma el corazón.
Piedad, Cristo, suplico piedad por mis malos pensamientos que transformo en palabras que destilan, cuando quiero, la roja sangre, sangre roja que brota tras el arañazo de la espina sin necesidad de ser corona.
Déjame
escribirte en una servilleta de papel el número de mis años, la
dirección donde se gastan mis horas y un corazón sangrando
primaveras azules, garzas blancas que vuelan cruzando el equilibrio
de las horas, que sufre y se alegra cuando el recuerdo de mi madre se hace presente en azul añil de la túnica que se mece debajo del cáliz dorado de un Ángel.
Déjame dibujarte en la frente caracolas repletas de ecos antiguos, de palabras del mar bordadas en un verde casi azul, en un azul casi transparente, en un transparente cristal, en un cristal transparente de madrugadas vacías dónde duelen las marejadas sin barcos y las luces de lejanos faros tejen caminos de agua aun estando tierra adentro, en lo alto de los cerros sembrados de olivos, al lado de huertas centenarias que perdieron dueño y tierra, encima de barbechos de senaras donde el verano se transforma en culebra que serpentea buscando los pies desnudos de la Virgen.
Déjame dibujarte en la frente caracolas repletas de ecos antiguos, de palabras del mar bordadas en un verde casi azul, en un azul casi transparente, en un transparente cristal, en un cristal transparente de madrugadas vacías dónde duelen las marejadas sin barcos y las luces de lejanos faros tejen caminos de agua aun estando tierra adentro, en lo alto de los cerros sembrados de olivos, al lado de huertas centenarias que perdieron dueño y tierra, encima de barbechos de senaras donde el verano se transforma en culebra que serpentea buscando los pies desnudos de la Virgen.
Nuevamente déjame declarar, que no ha sido fácil bajar del coro de los cielos doseles y cortinas de plata y mantos rotos, su seda fue mal doblada y guardada sin mimo junto al olvido, escondidos en el baúl donde también se ocultan las emociones con las que alimento a mis sueños y a mis horas rotas de tantos minutos inservibles.
Mejor, quizás... Quizás mejor... Ni declare, ni dibuje, ni escriba, ni describa, ni te cuente, ni te diga que esta opinión, sin animo de serlo, se transforma en oración y en rezo, en letanía o en súplica para que las campanas mudas de las gargantas mal intencionadas silencien tanta vela apagada y tanto cirio que se niega a arder. Sí, será mejor guardar silencio.
Amen.
Mejor, quizás... Quizás mejor... Ni declare, ni dibuje, ni escriba, ni describa, ni te cuente, ni te diga que esta opinión, sin animo de serlo, se transforma en oración y en rezo, en letanía o en súplica para que las campanas mudas de las gargantas mal intencionadas silencien tanta vela apagada y tanto cirio que se niega a arder. Sí, será mejor guardar silencio.
Amen.