martes, 18 de abril de 2017

""" MI ORACION POR LA SEMANA SANTA """

Déjame declarar, jurando por lo mas sagrado, que ahora sé que me hace daño entregarme en cuerpo y alma a misiones imposibles. A ser el sastre de Vírgenes  casi olvidadas en  olvidados retablos. A ser el orfebre de coronas talladas en flor viva y a enfrentar  con indiferencia las caras, con ojos desencajados y sonrisas fingidas, de quienes miran el olvido de la olvidada Virgen. A huir de conversaciones con palabras de tres sentidos  e intrigas y actitudes  escondidas en lo más simple y en lo mas complicado a la vez: aparentar lo que no se es y creérselo de por vida.

Déjame decirte ahora que las amapolas duermen arropadas en sus semillas y antes de rebosar entre sus pétalos lunas nuevas, que he guardado en la palma de mis manos cien inviernos de días cenicientos y noches de escarcha fría. Que atesoré mis latidos en sobresaltos de pinceladas negras sobre el lienzo blanco, y aprendí a dibujar lágrimas sin agua, a tatuar en cielos verdes la encina antes de hacerse flor de fuego y humo de olores azules y malvas. A rezar junto a una urna de cristal que solo se limpia una vez al año porque a nadie parece importarle su contenido los días que no son Viernes Santo.

Déjame contarte cómo se tornan las sirenas en mujeres lectoras de horóscopos y cartas astrales, como los laberintos del mar se hacen caminos con piedras de nácar y horizontes de coral, cómo se escapa la vida a borbotones de entre las algas y la sal, o entre el limo verde y la pizarra gris de la ribera. Como las estrellas se tornan corona brillante que gira al rededor de la guapa imagen que se parece a la Virgen Macarena.

Déjame describirte cómo descubrí que casi todas las magias perdidas se hacen hermanas y en una espiral que no cesa me hacen sabio, el sabio coleccionista de risas, de amaneceres y atardeceres sin mañanas ni tarde, el recopilador de suspiros que saben a manzana verde, el mago que siente tras su capa como la vida y la muerte están tan juntas como la luz y la sombra. La muerte, la sombra... La vida y la luz que resucita  y es capaz de mover la piedra en que muchas veces se transforma el corazón.  Piedad, Cristo, suplico piedad por mis malos pensamientos que transformo en palabras que destilan, cuando quiero,  la roja sangre, sangre roja que brota tras el arañazo de la espina sin necesidad de ser corona.

Déjame escribirte en una servilleta de papel el número de mis años, la dirección donde se gastan mis horas y un corazón sangrando primaveras azules, garzas blancas que vuelan cruzando el equilibrio de las horas, que sufre y se alegra cuando el recuerdo de mi madre se hace presente en azul añil de la túnica que se mece debajo del cáliz dorado de un Ángel.   

Déjame dibujarte en la frente caracolas repletas de ecos antiguos, de palabras del mar bordadas en un verde casi azul, en un azul casi transparente, en un transparente cristal, en un cristal transparente de madrugadas vacías dónde duelen las marejadas sin barcos y las luces de lejanos faros tejen caminos de agua aun estando tierra adentro, en lo alto de los cerros sembrados de olivos, al lado de huertas centenarias que perdieron dueño y tierra, encima de barbechos de senaras donde el verano se transforma en culebra que serpentea buscando los pies desnudos de la Virgen.

Nuevamente déjame declarar, que no ha sido fácil bajar del coro de los cielos doseles y cortinas de plata y mantos rotos, su seda fue mal doblada y guardada sin mimo junto al olvido, escondidos en el baúl  donde también se ocultan las emociones con las que alimento a mis sueños y a mis horas rotas de tantos minutos inservibles.

Mejor, quizás... Quizás mejor... Ni declare, ni dibuje, ni escriba, ni describa, ni te cuente, ni te diga que esta opinión, sin animo de serlo, se transforma en oración y en rezo, en letanía o en súplica para que las campanas mudas de las gargantas mal intencionadas silencien tanta vela apagada y tanto cirio que se niega a arder. Sí, será mejor guardar silencio.


Amen.